Tras haber perdido mi anterior velero en aguas del Caribe, a mediados de 1998 adquirí el ARCHIBALD de una manera poco habitual, sin llegar a conocer siquiera a los anteriores propietarios.
Se trataba de una embarcación robusta, cuya apariencia era muy aceptable a pesar de haber estado olvidado en un varadero durante año y medio; el acero se encontraba en perfecto estado y el resto de equipación indicaba que se trataba de un velero destinado a largas travesías oceánicas.
Durante un año y medio me dediqué a rediseñar y modificar tanto su aparejo como su cubierta e interior, con vistas a mis expectativas y proyectos inmediatos: navegación en solitario o con escasa tripulación alrededor del mundo, aventura que realicé con total éxito entre los años 1999 y 2004.
Para afrontar tal propósito adecué el barco con más electrónica, jarcia reforzada, mejor maniobra, adaptando modernos sistemas adquiridos durante mis experiencias en regatas oceánicas.
En cuanto al interior, sacrifiqué dos de los cuatro camarotes, dando así más espacio a la cocina, espacio de estiba y a la vez dotando al barco de un generoso banco taller donde poder efectuar los trabajos y reparaciones necesarias en tan largo viaje.
La siguiente gran navegación fue el cruce atlántico en solitario de Esperanza Pérez, para lo que de nuevo tuve que modificar parte de la maniobra de cubierta, simplificándola y adaptándola a medida de la navegante, que concluyó con total éxito su difícil reto.
Al regreso, de nuevo modifiqué tanto cubierta como sobre todo el interior, con vistas a afrontar otra nueva aventura, esta vez con expectativas de soportar las peores condiciones meteorológicas: cruce atlántico en solitario, descenso al Cono Sur con tripulación completa, paso por Cabo de Hornos y navegar por el mar de Drake hasta llegar al Círculo Polar.
Se verificó exhaustivamente la hermeticidad interior, a prueba de posibles condensaciones; se instaló un nuevo motor que triplicaba el caballaje del anterior, se adquirió un sistema de calefacción marino, juego nuevo de velas, al igual que la jarcia firme y de labor, sensiblemente sobredimensionadas.
Dicho objetivo se llevó a cabo entre los años 2012 y 2015, como se relata en los libros Aventura Perfecta y Navegando a Ritmo Tropical.
En la actualidad y después de haber realizado repetidas travesías por el Mediterráneo, el velero se encuentra perfectamente mantenido y en condiciones de afrontar cualquier tipo de navegación, hallándose ahora en astillero, revisando la obra viva, pintado de cubierta y optimizando toda la plataforma de popa, tanto en acero como en madera, para mejorar su accesibilidad y confort.